Carola Pata Coja (y sus 2 finales)Terca como ella sola, como ninguna, decía su Abuela Cocoroca. La nieta predilecta sin escuchar consejo alguno se largó de casa, en fuga, para recorrer el camino que hiciera alguna vez la famosa y heroica Gallinita Trula.
El nombre de esta joven y osada; Carola Pata Coja.
Desde el cascarón había crecido asombrándose al alero de las historias de quien, para todo el establo y gallinero era digna de loas.
Cierto es que la porfía fue una de sus seudo-virtudes desde patita, mas ésta vez ni ella sabía hasta donde su instinto la conduciría; conocida era la historia de aquella proeza y que bien podría, sin desearlo, vivirla ella misma.
Recorrería paso a paso la misma ruta que, desesperada años atrás, hiciera su heroína dando una alerta catastrófica a todos quienes encontrara a su paso y sobreviviendo a ser devorada por Mili, una temeraria y salvaje Zorra.
No importando los peligros, de la misma forma entonces, Carola Pata Coja emprendió su camino en busca de todo rastro, invocando a la fortuna, a fieras esquivando, sorteando quebradas y suplicando no le fallara su patita coja tan bien entablillada.
Ten cuidado -escuchaba una voz interna Carola Pata Coja-. Ten cuidado con los extraños que por tu paso encuentres solitarios deambulando. Evítales y prosigue tu senda. No encontrarás a mis amigos; fueron en su tiempo devorados por aquella Zorra de quien, agudiza tus sentidos; podría tener descendencia y ser más rapaces y mortales sus hijos.
De memoria recitando los pasajes en que la Gallinita Trula iba sumando compañía a su empresa, Carola Pata Coja concentrada no dio cuenta de una gran fosa que delante se abría amenazante y, en menos de lo que canta un gallo cayó de bruces; encima, estrechando primero justo su patita coja.
Inconciente y magullada por completo quedo nuestra aventurera Carola Pata Coja sin dar señal alguna de pronta mejora.
Deben haber pasado horas antes de sentir unos golpecitos en la cabeza. Abrió los ojos lo más que pudo y, sacudiéndose un poco, logró mirar hacia arriba luego de encandilarse con la viva luz que le llegaba. Solo veía una silueta que le hablaba con ecos, arrojándole una cuerda hecha de lianas e instándola a sujetarse de ella. Arreglándoselas a mal traer, logró pasar la cuerda entre sus alitas y se entregó a su salvador ó salvadora que, de a poco y lentamente la subía.
[1er final]
No fue sino hasta llegar al umbral de la trampa en que hubo caído, cuando sintió el lastimador y certero zarpazo de un pequeño Zorro que feliz y contento celebraba la ocurrencia de haber ayudado a una pata malograda para saciar el hambre que por horas su panza amenazaba.
Carola Pata Coja no llegó a cumplir su sueño. Rotos quedaron el esfuerzo, la porfía y los días caminados para descubrir la ruta de su heroína la Gallinita Trula, quien salvó por milagro de un cruel destino pero sin heredar dicha suerte a quien, desde el cascarón, soñó emular su aventura y volver llena de orgullo para, a sus amigas, envidia provocarles contando que su osadía le habría hecho triunfar tal como aquella gallina.
[2do final]
No fue sino hasta llegar al umbral de la trampa en que hubo caído, cuando sintió el cálido abrazo de Cocoroca, la Abuela, sosteniéndole el cuerpo tras haberla izado con gran esfuerzo.
Mi nietecita hermosa. Verás, no alcanzaste a caminar siquiera 1 hora, cuando tu amigo Flavio el Ganso nos avisó que te encontrabas muy herida y que necesitaba ayuda para sacarte de un gran foso con vida. Nos movilizamos rápido y tejimos esta liana que arrojamos y luego entre todos despertarte intentamos. Sonrojada, Carola Pata Coja solo daba y daba a todos las gracias.
Fue así como Carola Pata Coja comprendió que la porfía y la intención de provocar envidias no siempre son nuestras mejores guías y que vale la pena aceptar consejos para afrontar mejor nuestros sueños y retos.
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