viernes, 20 de noviembre de 2009

Alberta, la mosquita muerta, tuvo ceguera

Alberta, la mosquita muerta, tuvo ceguera



Alberta, la mosquita muerta
cuando chica sufrió ceguera,
aunque fue ceguera pasajera.

Tan juguetona era la Alberta
que un buen día pajareando
se decidió a volar de cabeza.

Alegre volaba muy contenta
riendo, mirando a todos lados;
quedó estrellada en una puerta.

Burros verdes con trompetas,
grillos enormes, todos bailando
en la pobre cabeza de Alberta.

Así quedó, moreteada y lerda.
Mamá y Papá muy asustados
porque quedó viendo leseras
fueron al Doctor de emergencia.


La llevaron al Mostalmólogo, aquel que atiende a los Moscos de sus ojos. Llegaron donde el Doctor Orozco, el mosco.
Orozco era un Doctor muy gruñón, mirón y tosco, pero del basural, el mejor Doctor de Moscos.
Al verlos agitados y temblorosos, accedió ver a su Hija casi muerta, pues no atendía pacientes menores; para él, los Moscosos chicos eran los peores.
Examinó a Alberta que estaba casi muerta, y de mala gana le dijo: párate aquí y te quedas muy quieta.
Alberta, que de por sí era muy inquieta, obligó a Mamá Mosca que la sostuviera de un ala para que no se moviera.
Orozco, el gruñón Doctor Mosco le dijo, luego de mirarla por todos lados: Mira con todos tus ojos hacia allá, ahora a la Mamá, al Papá, al suelo, al cielo, para atrás, girando y ahora, fíjalos en mí.
Con tanto esfuerzo, Alberta se mareó y sin quererlo, parada se hizo pipí.
Orozco el Mosco, enfadado gruño: Por eso no me gusta atender Moscosos chicos. Siempre hacen lo mismo; de pie y en mi dulce alfombra se hacen pipí.
Terminada la consulta, a Mamá Mosca le entregó su diagnóstico: Alberta, la mosquita casi muerta, sufría de ceguera pasajera y para ello, tendría que usar lente por toda la primavera.
¡Gracias Doctor Orozco! -gritó jubilosa y agradecida la Madre Mosca.
No me dé las gracias Señora Mosca, y en la receta repare: Su Hija muy mal se ha portado, así que en castigo usará lentes, pero lentes de contacto para cada ojo y deberá cambiárselos a diario y guardar reposo.
Sorpresa causó en todos. Papá Mosco no lo creía y Mamá Mosca se hizo la tonta. De igual forma todos salieron apenados por el largo tratamiento, incluso Alberta que, aunque no estaba muerta, entendió que debería aceptar el cruel castigo para sanarse de su ceguera pasajera.
Con un par de lentes hubiese sido fácil y la espera llevadera, pero con lentes de contacto en cada ojo y además cambiándoselos a diario, sería una tarea tan ardua que para jugar no le quedaría tiempo ni ideas.
Tan solo imaginen a nuestra pobre Alberta, la mosquita muerta, intentando poner cada lente de contacto en cada ojito y con mucho tacto, y al otro día de lugar cambiándolos.
Por 3 meses, Alberta no fue la Mosca juguetona y traviesa disfrutando su primavera, sino una mosca loca por sanarse pronto y volver a seguir jugando a volar de espalda, de cabeza o como fuera.

Aunque no vale la pena preguntarse ni contarles qué fue del Doctor Orozco, un secreto habré de confesarles: Orozco el Mosco, gruñón y tosco al despedirlos y cerrar la puerta, recordó el accidente de la mosquita muerta llamada Alberta y se echó a reír a carcajadas por el tratamiento dado a aquella Moscosa tan inquieta. Fue tanto lo que rió y rió y de tan buena gana, que sin darse cuenta de un cabezazo en su propia puerta perdió la cabeza y encima, un ojo.




::: Cristtoff WOLFtown © :::

No hay comentarios:

Publicar un comentario